jueves, 28 de febrero de 2013

Efemérides Latinoamericanas - Grito de Asencio

Se conoce como Grito de Asencio o la Admirable Alarma a la decisión tomada por criollos de la Banda Oriental el 28 de febrero de 1811 a orillas del arroyo Asencio, de emprender las primeras acciones revolucionarias contra las autoridades realistas españolas de Montevideo, adhiriendo a la Junta de Buenos Aires.

Luego de producirse la Revolución de Mayo en Buenos Aires en 1810, la Banda Oriental dependiente de la Gobernación de Montevideo permaneció fiel al gobierno español, mientras que el resto del territorio adhirió a la Primera Junta. A principios de 1811 solo la villa de Belén permanecía en obediencia de Buenos Aires, pues el resto del territorio oriental fue obligado a obedecer a las autoridades realistas que trasladaron su base regional a Montevideo. Sin embargo, entre la población, fundamentalmente de la campaña, comenzó a generarse un movimiento de opinión favorable al movimiento revolucionario.

En enero de 1811 Francisco Javier de Elío volvió a Montevideo desde España con el título de virrey del Río de la Plata. Desde ese momento inició los preparativos para declarar la guerra a la Junta de Buenos Aires, lo que hizo el 12 de febrero. Para ello tomó una serie de medidas fiscales que le permitían hacerse de recursos: regularización de títulos de propiedad de tierras para el pago de la contribución, solicitud de donativos patrióticos, impuestos a las importaciones de cuero, tabaco, control del contrabando permitiendo el comercio sólo a buques autorizados y a través de intermediarios nacionales.

Estas medidas perjudicaron a hacendados, comerciantes, barraqueros y navieros en su actividad mercantil, que estaba decayendo por la situación de crisis y el control español del comercio, ya que impedía el comercio con los británicos. A estas medidas se sumaron empréstitos forzosos al clero, empleados, propietarios, artesanos, hacendados, comerciantes y el uso de la fuerza para coaccionar a los pueblos a reconocer la autoridad española en Montevideo.

En consecuencia, algunos jefes militares al servicio del gobierno español, pero con gran asidero en la campaña oriental, se pasaron al bando revolucionario, como fue el caso de José Artigas el 15 de febrero de 1811, quien abandonó la guarnición realista de Colonia del Sacramento y se puso bajo las órdenes del gobierno de Buenos Aires, que le ordenó retornar a la Banda Oriental con auxilios para los levantamientos en la campaña.

Pero los preparativos revolucionarios habían comenzado en diciembre de 1810, cuando el alférez Justo Correa fue enterado de la posible presencia de tropas porteñas en el territorio de la Banda Oriental. Inmediatamente dio paso a la convocatoria a desertores y paisanos a levantarse en armas. Desde todos los rincones se movilizaron los hombres, acudiendo al llamado de los caudillos locales. En enero de 1811 Pedro José Viera, conocido como Perico El Bailarín, se sumó al llamado de Correa con veintiocho hombres. En febrero le siguió Venancio Benavides.

El día 24 de febrero llegó la esperada noticia, la declaración de guerra por parte de Buenos Aires. Ya para el 26 los patriotas, ocultos en un bosque sobre el arroyo Asencio en el actual Departamento de Soriano, eran unos trescientos.

El 27 de febrero el contingente de revolucionarios comandado por Pedro José Viera decidió emprender las primeras acciones. Al día siguiente tomaron la cercana población de Mercedes y Santo Domingo de Soriano.

Con Benavides al mando de las tropas, los revolucionarios capturaron luego las poblaciones de El Colla, actual Rosario, el 20 de abril y San José, el 25 de abril. El 26 de mayo sitiaron Colonia del Sacramento, que cayó una semana después.

El incipiente movimiento recibiría un fuerte impulso con la incorporación de Artigas, que prontamente se convertiría en el líder de la revolución en la Banda Oriental.

En el Parque Asencio, lugar donde se desarrollaron los hechos del 28 de febrero de 1811, se levanta actualmente el monumento a la Admirable Alarma con el escudo de Uruguay y los escudos departamentales de todo el país. En ellos hay tierra de cada uno de los departamentos. El lugar se encuentra a unos 10 km de la ciudad de Mercedes.

miércoles, 27 de febrero de 2013

El Fiscal de Cámara se expidió por la constitucionalidad de la Ley de SCA

El Fiscal de la Cámara Federal, José María Medrano, se expidió a favor de la constitucionalidad de la ley de Medios, recomendando la confirmación del fallo del juez de primera instancia del juzgado federal en lo civil y comercial número uno, Horacio Alfonso, quien el 14 de diciembre pasado resolvió rechazar la demanda del Grupo Clarín.

Asimismo, la Cámara informó que mañana se llevará a cabo el sorteo para disponer el orden de votación de los jueces De las Carreras, Najurieta y Guarinoni, que deberán expedirse sobre la cuestión, informaron a Télam fuentes judiciales.

Fuente: Infonews

Belgrano iza la Bandera Argentina por primera vez

El 27 de febrero de 1812, Belgrano enarboló la Bandera Nacional por primera vez en la ciudad de Rosario para utilizarla en el ejército de su mando. En dicha ciudad se encuentra el Monumento a la Bandera.

El 3 de marzo de 1812, el Gobierno Nacional prohibió al general Belgrano utilizarla, por razones de política internacional. Belgrano partió hacia el norte para hacerse cargo del Ejército del Norte y no tomó conocimiento de la orden de desechar la bandera.
Luego de avanzar a San Salvador de Jujuy, el 25 de mayo de 1812 celebró el segundo aniversario de la Revolución de Mayo con un Tedeum en la iglesia matriz, donde el canónigo Juan Ignacio Gorriti la bendijo.
El 29 de mayo Belgrano informó al gobierno: “El pueblo se complacía de la señal que ya nos distingue de las demás naciones”.
Por este hecho, Belgrano fue amonestado por el Triunvirato y al cual respondió: “La guardaré silenciosamente para enarbolarla cuando se produzca un gran triunfo de nuestras armas”.
Esto ocurrió el 20 de febrero de 1813, cuando logro vencer en la Batalla de Salta.
Fuente: Argentina.ar

Nacimiento de Manuel Rodríguez

Manuel Javier Rodríguez Erdoíza nació en Santiago el 27 de febrero de 1785 y fue asesinado en Tiltil el 26 de mayo de 1818. Fue un patriota chileno que realizó innumerables acciones en diferentes cargos para lograr la independencia de Chile, como abogado, político, guerrillero y luego militar. Es considerado uno de los principales gestores y partícipes del proceso de independencia de Chile y uno de los Padres de la Patria de Chile.

Durante la Patria Vieja, fue ministro de Hacienda y de Defensa del gobierno de José Miguel Carrera, además de su secretario personal. Pese a que hubo varios y graves desencuentros entre Carrera y Rodríguez, siempre retomaron su amistad, camaradería y trabajo en conjunto, razón por la cual fue la persona con quien Carrera gobernó más estrechamente.

En el periodo de la Reconquista española, su labor como guerrillero, espía y principal figura de la resistencia independentista en Chile lo transformó en mito y leyenda popular.

Durante la Patria Nueva, tras la victoria independentista de Chile en la batalla de Chacabuco, Rodríguez conspiró más de una vez para deponer del cargo de director supremo a Bernardo O'Higgins. Reapareció en la escena pública tras el desastre de Cancha Rayada, asumiendo brevemente como director supremo interino en Santiago, para evitar el desbande general de la causa patriota. Tras dejar su puesto, una vez que se supo que O'Higgins no había muerto, y luego de la victoria en la batalla de Maipú, fue apresado por O'Higgins. Fue custodiado por soldados, siendo asesinado de un balazo por la espalda en las cercanías de Tiltil mientras lo trasladaban a la cárcel de Quillota.

Manuel Rodríguez cursó sus primeros estudios en el aristocrático y exclusivo colegio Convictorio Carolino de Santiago. Allí fue compañero de José Miguel Carrera, y además de todos los jóvenes que provocarían la independencia y posteriormente gobernarían los destinos de Chile en los primeros años de la república. Rodríguez siguió sus estudios superiores de Derecho en la Real Universidad de San Felipe, recibiendo su doctorado de leyes en 1804. Ejerció la profesión posteriormente como procurador del Cabildo de Santiago.

Mientras Manuel participaba en las últimas convulsiones de la Patria Vieja, Joaquín su medio hermano mayor, figuraba como miembro de la corte virreinal limeña, en calidad de oidor de la Real Audiencia de Perú, hasta que murió muy joven en 1814.

Los 3 hermanos Rodríguez Erdoíza fueron compañeros de luchas políticas, participando durante la Patria Vieja principalmente en el bando carrerino. No obstante, existió un temporal distanciamiento entre los Rodríguez y los Carrera, en enero de 1813, cuando Manuel y Carlos fueron acusados de complotar contra la junta presidida por José Miguel Carrera.

Entre 1810 y 1811 el gobierno dirigido por una Junta Nacional, presidida por Mateo de Toro Zambrano y Ureta, Conde de la Conquista, compuesta por criollos aristócratas de la capital chilena, gobernaba en nombre de Fernando VII, y fue convirtiéndose en un órgano de gobierno nacional dispuesta a resistir el retorno de la dominación española. José Miguel Carrera, quien con 25 años retornaba de luchar contra la invasión napoleónica en España, se transformó en el caudillo más popular de Chile por sus ideas radicales y progresistas.

El 4 de septiembre de 1811, Carrera, secundado en lo militar por sus hermanos Juan José y Luis, llevaron a cabo un golpe de Estado y formaron una junta de cinco miembros, compuesta por Juan Enrique Rosales, Juan Mackenna, Juan Martínez de Rozas, Calvo de Encalada y Gaspar Marín, quedando como Presidente del Congreso Nacional el sacerdote Joaquín Larrain. Se adueñaron del Poder Ejecutivo y del Legislativo y emprendieron una serie de reformas de todo orden. Es en este golpe de Estado cuando Rodríguez pierde su puesto de Procurador de la ciudad de Santiago, pues así lo "exigía el pueblo" en sus demandas.

El 15 de noviembre de 1811, Carrera llevó a cabo el reemplazo de la Junta de Gobierno por una compuesta de tres miembros, que gobernó entre 1811 y 1813. Durante 1812 la Junta realizó una labor que señalaba los progresos de la emancipación. Se imprimió la Aurora de Chile, cuyo primer director fue fray Camilo Henríquez González con la colaboración de Manuel de Salas, Antonio José de Irisarri y el Doctor Bernardo Vera y Pintado. Asimismo, se entablaron relaciones con los Estados Unidos de América, cuyo gobierno envió al representante comercial, con el título de Cónsul, Joel Roberts Poinsett. Se diseñó la bandera de la Patria Vieja y el Reglamento Constitucional Provisorio de 1812, documento precursor de la Constitución política, confeccionado y redactado por Manuel Rodríguez. Por otro lado, en calidad de secretario de Carrera, ofició como una especie de Ministro del Interior de la actualidad.

En ese periodo, ambos tuvieron algunos desencuentros graves, que debido al tenso clima político llevaron a Rodríguez a la cárcel, pero finalmente los problemas se aclararon y siguieron gobernando en comunión.

En 1813, el virrey José Fernando de Abascal, que veía a Carrera actuar como si Chile fuera independiente, envió una primera expedición al mando del brigadier español Antonio Pareja. Ante esta amenaza, el Senado, aplicando un artículo constitucional, suspendió la Constitución y reorganizó la Junta de Gobierno, siendo Carrera designado General en Jefe del Ejército, con la misión de defender la línea del río Maule. También se declaró la libertad de imprenta, se fundó el Instituto Nacional y se creó la Biblioteca Nacional, cuyo primer director fue Manuel de Salas. Además se decretó la nacionalización para extranjeros y españoles que respetasen la nueva institucionalidad del Estado, se creó el Ministerio de Relaciones Exteriores, se reestructuró el Ejército, creando los primeros cuarteles militares y se expropiaron 3 millones de pesos de la época a los potentados para cubrir gastos fiscales.

El 3 de mayo de 1814, los criollos, liderados por el director supremo Lastra y el ejército español, firmaron el Tratado de Lircay. Pero el Virrey Abascal ignoró el tratado y mandó una nueva expedición.

Como consecuencia, fue planeada una batalla en la plaza de Rancagua, la que terminó en una derrota, en lo que se conoce como el Desastre de Rancagua del 1 y 2 de octubre. Acto seguido, el gobierno pasó a manos del Brigadier Mariano Osorio que gobernó entre 1814 y 1815, iniciando el periodo de la Reconquista, que duró entre 1814 y 1817. En este periodo se cometieron hechos sangrientos en la cárcel de Santiago en donde se asesinaron a los independentistas allí detenidos por orden del Capitán Vicente San Bruno, jefe del Real Regimiento de los Talaveras de la Reina.

Entre 1815 y 1817, el gobierno pasó a manos del Mariscal de Campo Francisco Casimiro Marcó del Pont; hombre pusilánime y pueril, que había obtenido la Gobernación de Chile por influencias de su familia. Aficionado al lujo y la pompa, encabezó todos sus bandos y decretos con la totalidad de sus apellidos y títulos, haciéndose llamar "Don Francisco Casimiro Marcó del Pont, Ángel, Díaz y Méndez, caballero de la orden de Santiago benemérito de la patria en grado heroico y eminente....etc.". Marcó del Pont gobernó con bastante incompetencia y sistemática represión y venganza contra los patriotas, en ese momento caídos en desgracia y derrotados. Fue secundado por el eficiente y cruel cuerpo policial del Regimiento Talaveras de la Reina, capitaneado por el Capitán Vicente San Bruno.

Los restos del ejército de patriotas chilenos decidió su retirada a Mendoza, Argentina, cruzando la Cordillera de los Andes con los comandantes Carrera y O'Higgins. Junto a él emigraron los hermanos de Carrera y también Manuel Rodríguez. Eran los días de apaciguamiento entre O´Higgins, Carrera y Rodríguez.

Apenas llegado a Mendoza, y en las peores condiciones, económicas y anímicas, Rodríguez trabajó modestamente en una imprenta donde se imprimían manifiestos políticos. Luego de conocer a José de San Martín, con quien simpatizó de inmediato, se incorporó a los preparativos de la Reconquista del territorio nacional y colaboró con San Martín y O'Higgins en el campamento El Plumerillo.

San Martín aceptó un plan propuesto por Manuel Rodríguez y le encargó la misión de organizar clandestinamente la rebelión en Chile en contra del dominio español durante la Reconquista. Lo comisionó para ir a Chile a deslizar una pequeña fuerza en la retaguardia enemiga para mantener vivo el espíritu de la insurrección en las poblaciones chilenas.

Manuel Rodríguez normalmente hostigó a las fuerzas realistas en sus viajes al interior de Colchagua, a donde viajaba frecuentemente desde Mendoza y Uspallata, pasando por Los Andes, Curacaví, Melipilla, Alhué y Marchigüe, dejando innumerables testimonios de inteligencia militar. Esta ruta le permitió eludir las fuerzas realistas y asestar certeros y efectistas golpes en San Felipe, Santiago, Melipilla y San Fernando. Otras veces cruzaba por el Paso del Planchón, cuyos planos sirvieron al general Freire años más tarde, durante la reconquista de Chile.

Entre 1815 y 1817, Manuel Rodríguez logró llevar el desorden entre las tropas realistas y organizó una red de corresponsales que se convirtieron, cuando las circunstancias lo requerían, en jefes de partidas volantes que aparecieron y desaparecieron misteriosamente. Su osadía llegó al punto de abrirle la puerta del carruaje al mismísimo Casimiro Marcó del Pont a la salida del edificio gubernamental y además recibir una moneda por el servicio de parte del gobernador; esta proeza de gran riesgo causó las más grandes burlas de toda la población de Santiago hacia su gobernante. Pronto la figura de Rodríguez adquirió el relieve y la aureola de la leyenda con sus acciones de gran riesgo frente a las mismas espaldas de los realistas. Sus hazañas fueron la comidilla de las tertulias de la ciudad.

En enero de 1817, Rodríguez perpetró sus últimas hazañas. Con ochenta hombres cayó sobre Melipilla y se apoderó de los fondos recaudados por contribuciones forzosas, unos dos mil pesos, que repartió entre sus hombres, para que pudiesen alimentar a sus familias.

Pocos días después, ciento cincuenta de sus hombres, al mando de Francisco Salas, asaltaron de noche a San Fernando. La guarnición realista resistió el ataque; entonces Salas gritó con voz atronadora: ¡Que avance la artillería! ¡Que se muevan los cañones!.3 Inmediatamente los montoneros pusieron en movimiento unas rastras de cueros con piedras que producían un ruido idéntico al rodado de cañones. Los realistas, creyéndose atacados por una gran fuerza militar, huyeron. Así, Salas se apoderó de San Fernando.

Una vez divididas las fuerzas españolas gracias al talento guerrillero de Manuel Rodríguez y sus montoneros, el 21 de enero de 1817 el ejército libertador, compuesto por unos cuatro mil soldados, logró atravesar la cordillera de los Andes por los pasos de Uspallata, Piuquenes, el Planchón y los Patos, a principios de febrero todas las divisiones avistaban territorio chileno.

El general Maroto, jefe del ejército realista, salió al encuentro de los independentistas. El 12 de febrero de 1817 se encontraron los dos ejércitos en la cuesta de Chacabuco, una victoria para el ejército libertador. Así llegó el 2 de febrero de 1818 y en Talca se firmó oficialmente la Independencia de Chile, siendo jurada el día 12 del mismo mes en Santiago.

El 19 de marzo de 1818, las fuerzas chilenas fueron sorprendidas durante la noche en Cancha Rayada (salida norte de Talca) por las fuerzas del general Osorio, que estaban compuestas por aproximadamente cinco mil soldados. En aquellas críticas circunstancias apareció Manuel Rodríguez, y al grito desgarrador de "¡Aún tenemos Patria, ciudadanos!", encendió un fuego abrasador en el corazón libertario de cada ciudadano, devolvió el ánimo a los que creían todo perdido, y se preparaban a huir presos del más grande pánico. Los convenció, animó, organizó, y finalmente los motivó fervorosamente a unirse y prepararse a defender la ciudad. Esta acción lo transformó en el hombre mas popular de Chile lo que finalmente seria una de las principales razones de su asesinato.

En pocas horas Rodríguez organizó y armó un regimiento que llamó los Húsares de la Muerte, domina la situación y apresta la capital para resistir a los realistas, agitando al pueblo y organizando la movilización más extraordinaria. Posteriormente aparece O'Higgins herido y Rodríguez sin chistar entrega el mando, y aunque formalmente se pone a las órdenes de O'Higgins, no llega a colaborar con él.

Dos semanas después, el 5 de abril de 1818, en los campos de Maipú, se libró la batalla decisiva y se logró dar fin a la campaña libertadora de Chile. Rodríguez, sin embargo, retiene a sus "Húsares de la Muerte" y no participa en la batalla: grave error que O'Higgins nunca le perdonará y será el factor determinante para que, a su asesinato, muchos que antes le alababan luego nada digan.

El 17 de abril de 1818 se celebró un cabildo abierto en el cual tomó parte Manuel Rodríguez, sosteniendo allí su opinión de que dicho cabildo debía de tomar el mando del país hasta una reunión del Congreso. Luego, Manuel Rodríguez ejerció algunos cargos públicos de mediana importancia y dentro del Ejército ofició el grado de coronel, siempre con la simpatía de José de San Martín, y la antipatía del director supremo O'Higgins, con lo cual comenzó su rápida declinación en el poder.

El dominio que Rodríguez ejercía sobre el pueblo, la amistad que lo unía a los hermanos Carrera y su carácter díscolo lo colocaron en una situación límite con el Director Supremo; Bernardo O'Higgins, quiso alejarlo del país ofreciéndole una misión diplomática en Estados Unidos,

El 26 de mayo de 1818, el exguerrillero Manuel Rodríguez, acusado de "alborotador incorregible", fue trasladado a la prisión militar de Quillota y a la altura del pueblo de Tiltil, específicamente en un sector llamado la Cancha del Gato, a orillas del río Lampa, fue asesinado de un tiro por la espalda por el teniente Antonio Navarro al distraer su atención con un comentario de un ave que pasaba por el sector. Se adujo como causa de muerte, que el guerrillero intentó escapar.

El teniente Navarro confesaría, en 1825, que Monteagudo le dio la orden de asesinar al patriota, este último, fue expulsado a Perú, donde sería asesinado el mismo año en que Navarro confesó. Los restos del héroe guerrillero fueron trasladados de Tiltil a Santiago en 1895, y presuntamente reposan en el Cementerio General. Recientemente, se descubrió un documento inédito, escrito de puño y letra por el teniente José Antonio Maure, miembro del pelotón que custodiaba a Rodríguez. En dicho escrito, donado por la familia al museo Colchagua de Santa Cruz, el teniente Maure relata con gran minuciosidad las horas previas a la muerte, las circunstancias del crimen, detalles desconocidos y los hechores materiales del crimen y, además, se inculpa personalmente de haber dado los tiros de gracia al patriota, siguiendo órdenes de su superior Navarro. Claramente se trata de un documento de gran valor histórico, que servirá para aclarar las circunstancias del crimen, no así sus hechores intelectuales, ya que en el lugar del documento donde parece nombrarlos, este se encuentra con una mancha de tinta ex profeso.

Fuente: Wikipedia

martes, 26 de febrero de 2013

Se inaugura la primera Radio Mapuche Tehuelche en Esquel

Mañana, miércoles 27 se realizará en la provincia de Chubut el acto de inauguración de la FM Trauwleiñ To Kom 89.7, primera Radio Mapuche Tehuelche del país. El evento se llevará a cabo a partir de las 10 en Pasaje Cóndor 1796, Barrio Estación, de la ciudad de Esquel.

La FM, cuya autorización fue otorgada en el marco de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (26.522), es gestionada íntegramente por miembros de comunidades indígenas, quienes han participado intensamente en la promoción y capacitación para la puesta en funcionamiento de nuevos medios para los pueblos originarios. “Trauwleiñ To Kom”, nombre en idioma Mapuzungún que lleva la nueva emisora, significa “Nos estamos juntando todos” en alusión al trabajo conjunto que vienen desarrollando desde hace tiempo en este proyecto.

La ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, en su artículo 151, establece la posibilidad de autorizar servicios de FM, AM y TV abierta para los pueblos originarios, incluyendo por primera vez a estos actores en el sistema de medios. De ese modo, se apunta a dar cumplimiento a uno de los objetivos explícitos de la ley: el de preservar y promover la identidad y los valores culturales de estas comunidades.

Las actividades inaugurales contarán con el apoyo de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA), el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) y la Comisión Nacional de Comunicaciones (CNC).

La ceremonia contará, además, con la participación de representantes de las comunidades Las salinas; Sierras de teka; Waljaina; Lago rosario: Pocitos de Picaura; Aldea Mariana Epulef; Campanario; Dos lagunas; Lefini y Francisco Monsalve y el Coordinador del AFSCA Zona Andina Bariloche, Martín Costa.

Fuente: afsca

viernes, 22 de febrero de 2013

Maestría Interdisciplinaria en Estudios sobre Servicios de Comunicación Audiovisual


La Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) y la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) informan que, hasta el 1 de marzo, se encuentra abierta la inscripción a la Maestría Interdisciplinaria en Estudios sobre Servicios de Comunicación Audiovisual.
Destinado a los profesionales del sector, la carrera brinda nuevas herramientas para intervenir en el escenario abierto a partir de la sanción de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

La carrera, fruto del convenio firmado entre la UBA y el AFSCA en 2012, apunta a la formación superior en un área de estudios interdisciplinario con el aporte de otras facultades de la UBA como Arquitectura, Derecho, Ciencias Económicas e Ingeniería.
Bajo la dirección de Damián Loreti, el posgrado se dictará en la sede que la Facultad de Ciencias Sociales tiene en el barrio de Constitución y tiene una duración de dos años.

La inscripción permanecerá abierta hasta el 1 de marzo. Los interesados podrán hacerlo a través del sistema SIU-Guaraní, en http://www.sociales.uba.ar/.

jueves, 21 de febrero de 2013

Nacimiento del Gral. Enrique Mosconi

Enrique Carlos Alberto Mosconi nació en Buenos Aires el 21 de febrero de 1877, hijo de Enrico, un ingeniero italiano que llega al país contratado para la construcción de ferrocarriles y vías en Rosario, Córdoba y Mendoza; y de María Juana Canavery, una argentina descendiente de irlandeses. Tenía cinco hermanos: dos hermanas mayores, María y Esther, y dos hermanos menores, Ernestina y Ricardo. En 1879 y con solo dos años de edad, es trasladado a Italia con toda su familia, debido al trabajo de su padre. La misma causa que años más tarde, tras la muerte de su madre, los traería de regreso a Buenos Aires.

En la Argentina, Enrico Mosconi se casa con la condesa María Luisa Natti, y para entonces el joven Enrique ya se sentía inclinado a seguir la carrera militar, terminando el bachillerato decide ingresar, en mayo de 1891, al Colegio Militar. Con 17 años, se gradúa el 20 de noviembre de 1894, tres años y medio después, como subteniente de Infantería, con diploma de honor y encabezando el orden de mérito de la promoción de veintidós cadetes.

Con apenas 18 años es enviado a hacerse cargo del Regimiento 7 de Infantería de Línea, en Río Cuarto. En sus ratos libres comienza a redactar el "Reglamento para Infantería en Campaña" que describe detalladamente el empleo de material explosivo, instrucciones para la construcción de puentes. Dicho trabajo comienza a perfilar su vocación abocada al desarrollo de la industria nacional y sus primeros pasos como ingeniero.

En 1896 asciende a segundo teniente, es trasladado a la Capital Federal. Decide ingresar a la carrera de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, dirigió una comisión de estudios topográficos en Mendoza, a través de la cual se realizó un relevamiento de información topográfica y estadística de la zona cordillerana. Al año siguiente organiza las mismas tareas en la Patagonia, que concluyen con su proyecto del ferrocarril de Neuquén.

En 1901, Enrique Mosconi, después de cinco años de estudio, egresaba de la facultad con su título de Ingeniero Civil, tras haber presentado y aprobado una tesis sobre un proyecto de embalse para el lago Nahuel Huapi y la colocación de una válvula reguladora en los ríos Limay y Negro, ubicados en la provincia de Neuquén, con el objetivo de habilitar la navegabilidad hasta el Mar Argentino.

En 1903, obtiene el grado de Ingeniero Militar, con solo 25 años. Al año siguiente es enviado, al Territorio Nacional de Santa Cruz, para levantar el Regimiento 24 de Infantería. En 1904 recibe el premio "General Belgrano", de 50 mil pesos, por un proyecto que había presentado para la construcción de un cuartel de Infantería y otro de Caballería, que debían construirse en el lugar donde hoy se encuentra el Regimiento de Granaderos a Caballo.

De 1906 a 1908, Mosconi forma parte de la comisión de graduados argentinos enviada a Europa (Bélgica, Italia y Alemania) para realizar un estudio y posterior adquisición de usinas hidroeléctricas y a gas. Para este trabajo, es asignado a los cuerpos de la especialidad de Ingenieros en el ejército alemán.

En Alemania también conoce el pensamiento de Friedrich List (1789-1946), economista cuyas ideas industrialistas tuvieron gran influencia en Europa y los Estados Unidos.

En 1909 regresa a la Argentina como Jefe del Batallón 2 de Ingenieros, pero su estadía en el país será por unos pocos meses. A fines de ese mismo año accede a integrar una nueva comisión que se traslada a Europa para adquirir material técnico para el Arma de Ingenieros. Realiza estudios teóricos y desempeña tareas en unidades de telegrafistas y ferrocarrileros en Alemania, Francia y el Imperio Austro-Húngaro.

Regresa a Buenos Aires en enero de 1911 y es destinado a la Inspección de Ingenieros, como auxiliar. El 29 de marzo del siguiente año asciende a teniente coronel y es nombrado Jefe del Batallón 1 de Ingenieros en Campo de Mayo. En 1913 viaja nuevamente a Alemania para la compra de más material para el trabajo de los ingenieros militares, pero la cercanía de la Primera Guerra mundial hace que le sean requisados todos los elementos. En 1914 Mosconi regresa al país y es designado al frente del Arma 1 de Ingenieros. En 1915 es trasladado como subdirector general de Arsenales de Guerra y un año después asume como director del Arsenal "Esteban de Luca", donde comienza a aplicar lo aprendido en Alemania, introduciendo el reemplazo de la energía térmica de carbón por petróleo crudo en hornos de fundición y calderas, y experimentando en fundición de aceros realizados con óxido de Quequén.

Reforma el sistema de arrastre de la ametralladora dándole a ésta un valor táctico del cual carecía; prohíbe en los talleres el uso de maderas extranjeras, y a cambio ordena la utilización de las maderas nacionales; sustituye el cáñamo de importación por el caraguatá mesopotámico, en la fabricación de armería; y se producen granadas de mano de tipo alemán. Repara maquinaria vieja y la pone en funcionamiento a la vez que duplica el índice de producción en los talleres de cartuchería.

Prepara la primera estadística industrial militar del país para poder conocer el tiempo necesario para la construcción de los materiales que una movilización militar requería. Eran ideas provenientes de las teorías económicas "tayloristas" que, por esa época se difundían en el mundo, sobre la maximización del rendimiento en el tiempo de trabajo. Investiga, obtiene y emplea productos del país para la construcción de nuevos cañones para fusil máuser y ametralladoras.

Con motivo de la finalización del año militar, la Escuela de Aviación organiza excursiones de entrenamiento que llegarán hasta las fronteras argentinas, previstos para iniciarse una mañana de agosto de 1922. Al llegar el día, Mosconi se encuentra con que la empresa norteamericana Wico (West Indian Oil Company), la única que importaba combustible para aviones en la Argentina, se negaba a suministrarlo sin pago adelantado.

En ese mismo momento, comienza a reflexionar sobre qué pasaría si ese combustible era requerido, no para una simple práctica aeronáutica, sino para la defensa aérea del territorio nacional. Más tarde comentará: "Allí, en el mismo escritorio me propuse juramentándome conmigo mismo, cooperar con todos los medios legales para romper los trusts". La decisión de Mosconi cambió la historia argentina.

Fundó YPF, creando con ella una de las obras más importantes del siglo XX a nivel mundial, que más tarde se constituiría como modelo de otras que se fundaron en el resto de Iberoamérica. También hacia esa meta iba Mosconi el 1º de agosto de 1929, cuando YPF rebajó el precio del litro de nafta y tomó "la dirección y el contralor del mercado de combustible líquido en la Argentina". El juramento de 1922, "romper los trusts" se había cumplido.

Luego de que el 13 de diciembre de 1907 se descubriera en Comodoro Rivadavia petróleo, mientras se buscaban napas de agua para abastecer a la ciudad, fundada en 1901, el tema pasaría a ser de gran importancia nacional, pero las obras para llevar adelante las extracciones no estarían todavía impulsadas con suficientes fuerza y dinamismo.

Se firma el decreto que daría lugar a la Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Esta nueva denominación encontraría su razón en una necesidad de centralizar la explotación del mineral, tanto de Comodoro Rivadavia, como de Salta, Jujuy y los recientes descubrimientos de Plaza Huincul, así como de aumentar la producción para satisfacer las demandas nacionales e internacionales que provocaba el momento de entre guerras.

Después del incidente con la Wico, Mosconi pasaría a ocupar el cargo de Director General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), tras la asunción de Marcelo T. de Alvear a la presidencia. Ya en su cargo, el cual ocupará durante 8 años, tomará decisiones determinantes en el desarrollo de la empresa, pero cada paso encontraría un sustento teórico fuerte pensado y proyectado por el mismo Mosconi. Durante esos años escribe el libro que acompañaría su obra: La batalla del petróleo. YPF y las empresas extranjeras.

Una vez en su cargo, Mosconi viaja al sur para hacer un relevamiento de la situación en que se trabaja y saber cuáles son las necesidades. Después de cada uno de sus viajes redacta informes que son entregados al gobierno, en los que constan las falencias, desorganizaciones fiscales y administrativas, así como la necesidad de suplantar a las empresas extranjeras que se encontraban explotando petróleo tanto en Comodoro Rivadavia como en Plaza Huincul.

Más tarde, en 1923, redacta un tercer informe que entrega al Ministerio de Agricultura en el que solicita la modificación de la Ley de Minas, para establecer nuevas zonas de reserva y un control estricto del mercado de combustibles. Mosconi proyectó la construcción de la destilería de La Plata. Esta iniciativa marcó un toque de alarma para los trusts petroleros, que iniciaron toda clase de resistencias al proyecto. Sin embargo el Congreso Nacional aprueba el contrato, se pone a disposición de YPF la suma de 24 millones en letras de Tesorería, y se firma un acuerdo con la norteamericana Bethlehem Steel Co. para la construcción de la destilería, la cual es inaugurada en diciembre de 1925, después de un año.

La destilería entra en producción inmediatamente, elaborando nafta, kerosene, fuel oil y a menos de cinco meses de su habilitación comienza la producción de nafta de aviación. El año 1926 señala la entrada de YPF en el mercado de combustibles con sus propios productos. Las ganancias capitalizadas y reservas ascienden a más de 71 millones de pesos; el beneficio líquido del ejercicio es de 6 millones. La producción fiscal de petróleo alcanza a 415.558 metros cúbicos, volumen equivalente al 76,9% del total nacional. Se importan más de 45 mil toneladas de crudo. Otra de sus grandes obras durante la gestión de Director de YPF fue la electrificación de Comodoro Rivadavia, necesaria para agilizar el modo de producción y explotación de los pozos petroleros del lugar, así como el buen funcionamiento del sector administrativo de la empresa.

Aprovechando la energía libre generada se creó, en 1927, la fabrica de latas, con maquinaria automática. Como dijera el mismo Mosconi "si se hubiese tenido que adquirir esta cantidad de latas (736.538 envases) se habría gastado más de lo que costó su fabricación en la destilería. Esta economía amortizó aproximadamente la cuarta parte del capital total invertido". Otro complemento fue la fábrica de cajones y el aserradero que representó una economía anual de más de un tercio del capital invertido en ella, obteniéndose cajones mejores que los que se compraban hechos. En 1928 se da inicio a la explotación de petróleo en Salta y debido a una intensa exploración llevada a cabo en la zona noroeste, se produjo en 1933 el descubrimiento petrolífero de Tranquitas.

En 1927 el modelo de petrolera nacional saca del décimo puesto a la Compañía Británica de las Indias Orientales, produciendo un 6% de crudo por sobre ésta. El comentario del general Mosconi fue: "el concepto que establece el precio uniforme en todo el territorio de la Nación sólo rige en muy pocos países. Con ello consideramos haber implantado un principio de la mayor trascendencia". En tan poco tiempo YPF se había transformado en un principal promotor del bienestar general.

El 1º de agosto de 1929 se resolvió rebajar dos centavos el litro y ochenta centavos por tonelada. "La trascendencia de la medida adoptada es histórica. En el preámbulo de su resolución dice que “tomó esas disposiciones de acuerdo con directivas emanadas de Poder Ejecutivo, que se inspiran en conceptos de solidaridad nacional, fomento de las industrias de transformación, agropecuarias y de transporte, y para establecer una más equitativa relación entre los precios de producción de derivados petrolíferos y los de venta al consumidor, todo lo cual beneficiará en modo muy importante a la economía nacional”. “Desde el 1° de agosto de 1929, fecha en que los trusts petrolíferos inglés y norteamericano quedan definitivamente rotos en nuestro país, los habitantes de la República no sufren más imposiciones que las emanadas de su propio gobierno que decide libre de ingerencias extrañas en todo lo relativo al combustible líquido y empiezan a volverse tierra adentro los millones que hasta entonces tomaban el mar”.

Mientras a nivel internacional los trusts subían los precios del combustible, la joven YPF se daba el lujo, a partir del 17 de febrero de 1930, de rebajarlo en seis y medio centavos por litro; lo que, sobre un consumo total anual de 800.000.000 litros, representaba $1.000.000 por semana, para la economía nacional. La importancia de estas estrategias de mercadotecnia, realizadas por Mosconi, encuentran su razón de ser en el convenio Achnacarry –firmado entre Standard Oil, Royal Dutch, Shell y Anglo Persian en 1928– según el cual cada empresa conservaba la posición que tenía en el mercado en el momento en que se firmara el acuerdo.

"El monopolio (sin expropiación de las concesiones existentes) acabará con los rozamientos y lucha de intereses –afirmaba el entonces titular de YPF– con los entorpecimientos y falsas canalizaciones de los trámites legales y reglamentarios de los expedientes. Acabará asimismo con la intromisión de elementos extraños en nuestra política interna, con el soborno, cada vez más alarmante. Evitará futuras complicaciones y perturbaciones en nuestra economía, en nuestro derecho y nuestra soberanía. Usufructuaremos así, íntegramente, en paz y tranquilidad, con honor y dignidad, como podemos y debemos hacerlo, los beneficios de nuestras explotaciones petrolíferas".

Mosconi logra que el 30 de diciembre de 1929 el Poder Ejecutivo dé lugar a su proyecto de un convenio entre YPF y la Universidad de Buenos Aires. Este acuerdo establecía que la petrolera otorgaría a la universidad la suma de $50 mil anuales para solventar los gastos necesarios para la capacitación de profesionales en la especialidad.

Para muchos oficiales, la idea de una economía argentina completamente distinta de la que existía, con su base agraria y su dependencia del comercio exterior, resultaba ilusoria. En su carácter de primer Director de YPF (1922-1930), Mosconi se esforzó por demostrar que los argentinos eran capaces de explotar estos recursos sin la participación de concesionarios extranjeros.

"Resulta inexplicable la existencia de ciudadanos que quieren enajenar nuestros depósitos de petróleo acordando concesiones de exploración y explotación al capital extranjero, para favorecer a éste con las crecidas ganancias que de tal actividad se obtiene, en lugar de reservar en absoluto tales beneficios para acrecentar el bienestar moral y material del pueblo argentino. Porque entregar nuestro petróleo es como entregar nuestra bandera."

Para Mosconi los conceptos de soberanía y nacionalidad, eran algo tangible: la defensa del patrimonio argentino, sus riquezas naturales, eran los hombres y mujeres que con su trabajo escriben las páginas más auténticas de la nacionalidad. Fue un tenaz defensor de los intereses petrolíferos nacionales durante esos ocho años al frente de YPF. Supo impulsar la nueva empresa, no sólo multiplicando su producción sino dotándola de la estructura necesaria para el cumplimiento de sus objetivos. Luego de una prestigiosa carrera militar, Mosconi dedicó su accionar a tratar de conseguir una política que permitiera resultados positivos para el país. Y buscó proyectar, también, esa experiencia a la región.

Previo a su viaje por varios países de América latina para difundir el modelo industrialista argentino en el tema del petróleo, Mosconi realizó algunas conferencias radiales en las que consideró las relaciones derivadas de la finalización del conflicto chileno-peruano, como ejemplo y punto de partida de sus postulados. Dijo: "en estos momentos de satisfacción para chilenos y peruanos, deben ambos pueblos escrutar con mirada avizora el porvenir, para comprender las ventajas de todo orden que significaría en el mañana el término de la cuestión de Tacna y Arica y la unión de Chile y el Perú". Y continuó: "La cordialidad, el respeto mutuo, el espíritu fraterno entre Chile y la Argentina, que han existido, existen y deseamos sinceramente se acentúen para bien común, no pueden sufrir disminución ni sentirse rozados por conceptos que expresen justas aspiraciones patrióticas".

"Los países de Latinoamérica que, como el nuestro, explotan petróleo y no posean yacimientos carboníferos o bien no sean éstos comercialmente explotables, deben preservar las fuentes de combustible líquido de toda influencia que no sea eminentemente nacionalista; el combustible constituye la plataforma sobre la que se levantará su futura organización industrial".

En 1927, Mosconi decide que sus acciones contra los trusts petroleros no deben limitarse al ámbito nacional y proyecta la ruptura del control de las compañías petroleras internacionales a nivel continental, convirtiéndose en un precursor de los planes de integración iberoamericana. Así fue que, invitado por diferentes gobiernos de la región, inició una gira en barco en la que visitó varios países para dictar conferencias y mantener reuniones oficiales. Sostuvo como prioridad el establecer relaciones con los institutos militares de formación y fue consolidando lazos fraternales, al dejar en cada país una réplica del sable del General San Martín, como un símbolo de unidad americanista.

Una de las primeras exploraciones realizadas en nuestros mares, contó con la cooperación de técnicos extranjeros, como por ejemplo José Fuchs.

El presidente de Bolivia, viendo la necesidad de la importación de petróleo, hace a la Standard Oil Co. una concesión para la construcción de dos oleoductos para llevar petróleo desde Argentina hacia dicho país. Mosconi interviene sin demora, entendiendo que "la concesión es solicitada por la Standard Oil Co., de actuación conocida en el mundo entero, que en nuestro país se ha destacado por sus procedimientos nocivos a nuestra moral, a nuestra política y a nuestro bienestar, y que actualmente se encuentra en litigio ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación con la Provincia de Salta, cuyos decretos recientes restablecen el imperio de prescripciones legales desconocidas por el Poder Ejecutivo del Dr. Corbalán" (gobernador de Salta).

Este pedido le llega a él de mano del Presidente vía un memorándum de seis páginas referente a un convenio provisional de transporte; un anteproyecto de concesión de oleoducto desde la mina Mirtle, sobre el río Bermejo y Manuel Elordi, donde ha establecido depósitos y refinería la Standard Oil Co. Además, pide concesión para construir, paralelamente a las tuberías de petróleo, cañerías de agua, cañerías para conducir gas natural, que podrá ser empleado por el concesionario para cualquier uso privado o público; líneas telegráficas y telefónicas y estaciones de radio, un ferrocarril de vía angosta, las líneas de luz y fuerza eléctrica requeridas y, finalmente, los muelles necesarios en el río Paraguay o en el Paraná.

Mosconi se opone rotundamente a lo que considera tanto una violación de la soberanía nacional como de la de Bolivia: "Considero que no conviene a los intereses de nuestro país acordar la concesión de ninguno de los dos oleoductos en cuestión, el segundo de los cuales constituye un verdadero corredor de 1.500 kilómetros de longitud desde la frontera de Bolivia hasta los puertos de nuestro litoral, que se entregaría a la Standard Oil Co. para uso de ella y del gobierno de Bolivia".

"Semejante solicitud de concesión no corresponde al estado moral y a la capacidad económica, técnica e industrial de nuestro país, en virtud de lo cual el Poder Ejecutivo que nos preside, con altas miras de resguardar la riqueza de los yacimientos y defensa de nuestro patrimonio y de nuestra tranquilidad política, ha concretado y sostiene conceptos monopolistas integrales de la industria petrolífera".

"Es, sin embargo, posible dar satisfacción al pedido del Gobierno de Bolivia tomando nuestro Gobierno a su cargo la construcción de dos oleoductos, es decir, el de Aguas Blancas o Embarcación y el de Cuiba a Formosa, Santa Fe o Campana".

En Colombia transmite la experiencia argentina sobre el petróleo a hombres del Parlamento y al propio presidente Abadía Méndez en momentos en que Bogotá esta discutiendo un proyecto de ley sobre explotaciones petroleras. Un periodista le pregunta cuál de los dos trusts, el anglo-holandés Royal Dutch o el norteamericano Standard Oil, era preferible por su capacidad técnica, método de trabajo y modalidades.

La respuesta de Mosconi es que "el grupo norteamericano es menos científico, más audaz e impetuoso, dispone de ilimitados recursos financieros, por lo tanto desarrolla un espléndido vigor en las empresas y no reconocen limitaciones en la obtención de sus propósitos y de allí se derivan las reacciones que provocan sus ásperos procedimientos, que comienzan con las manifestaciones personales y se extienden hasta el desconocimiento y el atropello de la soberanía de otros pueblos. El grupo europeo es más científico y metódico en sus planes y en sus sistemas de trabajo es más suave, al extremo que en ciertos momentos pasa inadvertido, más no por eso deja de obtener con habilidad las finalidades que persigue...".

"Al final de cuentas –concluye– los dos grupos son equivalentes y compararía con una cuerda de cáñamo al grupo norteamericano, y con una de seda al europeo; de modo que en respuesta a la pregunta que me hiciera, manifesté que si las dos cuerdas, ruda la una, suave la otra, han de servir para ahorcarnos, me parecería más inteligente renunciar a ambas, y concentrando nuestra voluntad y nuestra capacidad en este problema especial, de características únicas, resolverlo por nuestras propias fuerzas, haciendo con ello un gran bien que las generaciones futuras agradecerán".

Con el modelo argentino de YPF se crea YPFC (Yacimientos Petrolíferos Fiscales Colombianos). En Perú es recibido por el presidente Leguía y dicta dos conferencias. A su regreso, el 26 de marzo de 1928 en declaraciones al diario La Prensa expresa su especial preocupación por "las perturbaciones que los grandes trusts producen en los pueblos en que operan".

Invitado por el rector de la Universidad de México, y el Departamento de Petróleo de la misma, Mosconi viaja en enero de 1928 y brinda conferencias sobre la novedosa experiencia argentina con el petróleo. Refiriéndose al primer encuentro con el presidente, el general Plutarco Elías Calles, cuenta: "Sus primeras frases fueron de un hondo sentido: 'Ojalá, general, me dijo, Méjico no hubiera tenido nunca petróleo'. ¿Quiere el lector más gráfica y más brevemente pintado el grave problema? ¿No explicaba eso la lucha que aquel gobernante debía sostener en defensa de intereses de los cuales sabía que estaban pendientes otros, los más caros, quizá, de su pueblo, que ha sido siempre un pueblo de libertad y de sacrificio? Recordaré siempre aquellas palabras del presidente Calles y las recordaré como ciudadano argentino que desea que su patria no sufra los males de Méjico, por el único pecado de ser un país rico y aspirar una lógica situación de pueblo libre".

Mosconi felicita al presidente mexicano por "la amplitud de miras que se revela en la manera cómo han abordado y están procurando resolver su problema petrolero, no desde un solo punto de vista, sino en todas sus fases: científica, económica, política y social. Política indudablemente salvadora y benéfica para el porvenir de su país".

"El abastecimiento de petróleo para las necesidades del país es un problema que ha venido ocupando la atención preferente del Gobierno Federal con el propósito de alcanzar una solución que satisfaga los intereses nacionales en forma amplia y definitiva. El Gobierno Federal desea ofrecer una amplia oportunidad para que participen en esta organización el mayor número de elementos nacionales a fin de lograr que la Compañía Petroleros de Méjico S.A., sea una empresa genuinamente mejicana, manejada por mejicanos, para beneficio de los mejicanos".

Un gran aporte para la concreción de PEMEX, la empresa petrolera estatal, lo constituyen las ideas americanistas que Mosconi les expuso. Diez años después de aquella visita, el 18 de marzo de 1938, el presidente Lázaro Cárdenas ordenó la inmediata nacionalización de toda la industria petrolera mexicana.

Luego de su recorrida por los países de América del Sur, Mosconi decide visitar los Estados Unidos para conocer algunos establecimientos de importancia dedicados a la exploración y explotación de minerales. En su recorrida, llega hasta una de las destilerías de la Standard Oil, en Bayona. Tras observar y analizar los modos de trabajo y producción llevados a cabo por esta empresa logra establecer algunos parámetros comparativos de balance positivo para Argentina.

A su regreso al país, expresa ante las autoridades nacionales y a los miembros directivos de YPF que ha llegado a conclusiones satisfactorias sobre la eficiencia del personal argentino, de las fábricas y yacimientos, así como sobre los sistemas de trabajo imperantes. Encuentra similitudes tanto en la maquinaria como en la forma de organización interna de la empresa entre un país y otro, fundamento inquebrantable para seguir adelante con sus ideas de industrialización y de independencia económica de Argentina. Pero el sueño no duraría mucho tiempo. Los difíciles años ´30 se acercaban.

En setiembre de 1930, cuando se produce el golpe militar conducido por el general José Félix Uriburu, el general Mosconi no acepta plegarse al mismo, lo que produce su renuncia automática a la dirección de YPF, el 9 de septiembre, fecha de su primera detención. Es que, militar comprometido con el orden constitucional, había además intentado organizar una resistencia que no encontró acogida en el depuesto vicepresidente Enrique Martínez. Tras la revolución del 6 de septiembre, con la destitución de Yrigoyen de su segunda presidencia, todo lo referente a políticas y gestiones de industrialización parece quedar en suspenso No resultaba extraordinario que Uriburu designara a un militar para la conducción de YPF, ya que así había ocurrido hasta entonces. Sí resultaba curiosa esa misma medida para la Dirección de Correos y Telégrafos y para la Administración de Ferrocarriles del Estado, cuya conducción había sido desempeñada por civiles. También resulta desconcertante, cuando en 1931, Uriburu designa a un civil en la dirección de YPF.

Los colaboradores de Uriburu eran, entre los más cercanos, Enrique Santamarina, vicepresidente de la Nación, accionista de Astra (perteneciente a la Standard Oil); Matías Sánchez Sorondo, ministro del Interior, presidente de la Franco Argentina Comercial y Financiera y además abogado de la Standard Oil; Ernesto Bosch, ministro de Relaciones Exteriores y presidente de la Compañía Industrial y Comercial de Petróleo (del grupo de la Anglo Persian) y presidente de Escandinavia S.A.; Ernesto Padilla, ministro de Justicia e Instrucción, director de la Germano Argentina de seguros, vocal de la compañía Técnica e Importadora; Horacio Beccar Varela, ministro de Agricultura, director de la S.A. Argentina de Comodoro Rivadavia (de capitales ingleses), síndico de Austea S.A. (subsidiaria de la Standard Oil) y abogado del National City Bank of New York, director de la Destilería de Petróleo El Cóndor, presidente de Firestone, vocal de Sol Compañía Petrolera y abogado del Frigorífico Anglo, entre otros; Octavio Pico, Ministro de Obras Públicas, con importantes cargos en las subsidiarias de la Standard Oil (Cia. Argentina de Comodoro Rivadavia y Petrolera Andina S.A.

El 6 de diciembre, Mosconi es nuevamente detenido, acusado de comunista y de querer realizar un contragolpe. Luego, se le abre un sumario culpándolo de manejar indebidamente el presupuesto de YPF. "Y ahí comienza el drama para Mosconi. El sumario abierto es la amenaza suspendida sobre su dignidad. El destierro encubierto lo coloca en una condición de prófugo. Se lo castiga por haberse atrevido a enfrentar los trusts extranjeros del petróleo, se lo destierra porque se lo teme. Y él se siente impotente, sin medios a su alcance para modificar la situación. La represión de la dictadura es despiadada. Confina, encarcela, tortura. Las libertades democráticas quedan canceladas. El proceso de subversión institucional, la limitación de las libertades que han de fatigar al país por más de un cuarto de siglo, lo inaugura el régimen uriburista. Bajo su gobierno se instalan y crean los organismos de represión en la policía y en el ejército que después otros regímenes perfeccionarán".

En realidad, el presidente Uriburu se reúne con Mosconi en la Casa Rosada para anunciarle que viajará a Europa en "misión de estudios"; así es como lo envía a Italia con el fin de seguir analizando la evolución de la aviación europea. Parecía ser, en efecto, un destierro disfrazado.

El inmerecido y forzado distanciamiento lo entretiene en Europa solo durante un año. A su regreso al país, Mosconi se encuentra con el general Agustín P. Justo como presidente, antiguo condiscípulo suyo. Este lo designará Director de Gimnasia y Tiro del Ejército. Era otro simbólico desmérito. El viejo luchador quedaba relegado a un papel protocolar.

Poco después, en 1933, un ataque de hemiplejía lo fulminaría, pero la soportaría estoicamente durante casi siete años. El 31 de diciembre de ese mismo año era retirado de oficio, con el grado de general de división.

Mientras comienza los ejercicios de rehabilitación decide dejar testimonio de sus experiencias. Con la ayuda de su hermana Ernestina escribe El petróleo argentino 1922-1930 y la ruptura de los trusts petroleros inglés y norteamericano del 1° de agosto de 1929, que recibe la medalla de oro de la Academia de Artes y Ciencias de Brasil. En él expuso sus ideas centradas en una política de puerta cerrada y monopolio estatal que –según sus palabras– "terminará con la lucha entre los trusts e YPF". En ese sentido, Mosconi afirmó: "Dos organizaciones, la fiscal y la privada, no pueden coexistir, pues representan intereses antagónicos, destinados a vivir en una lucha de la cual sólo por excepción saldrá triunfante la organización estatista. Para asegurar para nuestro país la riqueza petrolera debe encararse a fondo la cuestión, siendo ello imposible de lograr mientras el Estado no monopolice íntegramente la explotación de sus yacimientos."

Debido al éxito de este libro decide recopilar todos sus discursos en el libro Dichos y Hechos y luego redacta La creación de la Quinta Arma y las rutas aéreas argentinas, rememorando sus días dedicados a la aviación. Ya inválido, en el ostracismo político, sin dinero y sin propiedades más que la casa en la que vivía con sus hermanas, en la esquina de Aráoz y Arenales, que había sido comprada por un préstamo al Banco Hipotecario, del que aún restaban varias cuotas, Mosconi fallece el 4 de junio de 1940.

Al día siguiente el diario La Nación publica un obituario destacando las cualidades del militar: "Hace ya tiempo que una enfermedad larga había privado al país de la colaboración sobresaliente del general Enrique Mosconi. Especializado en una de las actividades productoras de la Nación, de mayor repercusión en la economía y en la industria, era un técnico de autoridad y de eficacia indiscutible. Habría sido útil en cualquier época de la República, y en las presentes circunstancias, cuando el problema del petróleo asume importancia tan singular, el fallecimiento del general Mosconi representa una pérdida sumamente sensible".

Además publicaban sus condolencias sus hermanos y sobrinos, los miembros de directorio de YPF, miembros del Aeroclub Argentino, partidarios de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), del Centro de Aviación Civil y del Círculo Militar, quienes se ofrecen a participar de la ceremonia otorgándole al general los mayores honores.

A través de los libros anteriormente citados y varios trabajos periodísticos Mosconi logró explicar claramente sus ideas sobre la cuestión petrolera. En una nota publicada en Noticias Gráficas el 17 de septiembre de 1932, señaló: "El país reclama una ley que garantice al pueblo argentino el usufructo total de los beneficios derivados de las explotaciones petrolíferas y que esto se realice en la mayor tranquilidad, libre de la áspera lucha de intereses que pone a prueba, y a menudo mancha, el honor de las personas y la dignidad de las funciones públicas".

"Se trata –continuaba Mosconi– de un asunto demasiado complejo, constituido por múltiples especializaciones que deben ser consultadas para formular un proyecto que coordine con unidad de doctrina las distintas actividades que integran la industria petrolífera y defender así, esta fundamental riqueza pública, establecer el conveniente ordenamiento de su explotación y alcanzar los objetivos que imponen el presente y el porvenir económico de la Nación".

Fuente: Biografía de Mosconi

miércoles, 20 de febrero de 2013

200 años de la Batalla de Salta

Belgrano aprovechó la victoria patriota de la Batalla de Tucumán, librada los días 24 y 25 de septiembre de 1812, para reforzar el ejército a su mando. El parque y artillería abandonados por Tristán le había permitido organizarse con mucha mayor soltura. A comienzos de enero, buscando marchar tranquilamente para no fatigar a las tropas, emprendió la marcha hacia Salta.

El 13 de febrero, a orillas del río Pasaje, el ejército prestó juramento de lealtad a la Asamblea Constituyente que había comenzado a sesionar en Buenos Aires pocos días antes, y a la bandera albiceleste diseñada por Belgrano, conducida por el mayor general Eustoquio Díaz Vélez, que marchaba en medio del coronel Martín Rodríguez y del general Belgrano, y eran escoltados por una compañía de granaderos. La ocasión dio lugar al rebautismo del río con el nombre de Juramento.

Tristán, entretanto, había aprovechado la ocasión para fortificar el Portezuelo, el único acceso a la ciudad a través de la serranía desde el sudeste; la ventaja táctica que esto le suponía hubiera hecho el intento imposible, de no ser por el superior conocimiento de la zona que los lugareños aportaran. El capitán Apolinario Saravia, natural de Salta, se ofreció a guiar el ejército a través de una senda de altura que desembocaba en la Quebrada de Chachapoyas, que les permitiría empalmar con el camino del norte, que llevaba a Jujuy, a la altura del campo de la Cruz, donde no existían fortificaciones semejantes. Aprovechando la lluvia que disimulaba sus acciones, el ejército emprendió la marcha a través del áspero terreno, avanzando lentamente a causa de la dificultad de transportar los pertrechos y la artillería. El 18 se apostaron en el campo de los Saravia, ubicado en esa zona, mientras el capitán, disfrazado de indígena arreador llevaba una recua de mulas cargadas de leña hasta la ciudad, con la intención de informarse de las posiciones tomadas por la tropa de Tristán.

El día 19, gracias a la inteligencia de Saravia, el ejército marchó por la mañana con la intención de acometer las tropas enemigas al amanecer del día siguiente. Tristán recibió noticia del avance, y dispuso sus tropas nuevamente para resistirlo. En la mañana del 20 Belgrano ordenó la marcha del ejército en formación, disponiendo la infantería al centro, una columna de caballería — al mando de José Bernaldes Polledo — en cada flanco y una nutrida reserva al mando de Manuel Dorrego.

La herida de bala que al inicio de la batalla recibiera Eustoquio Díaz Vélez, segundo jefe de las fuerzas y jefe del ala derecha, mientras recorría la vanguardia de la formación, no fue obstáculo para que volviera al campo.

Poco antes de mediodía, Belgrano ordenó el ataque de la reserva comandada por Dorrego. Al frente de la caballería, condujo él mismo una avanzada sobre el cerco que rodeaba la ciudad. La táctica fue exitosa; columnas de infantes al mando de Carlos Forest, Francisco Pico y José Superí rompieron la línea enemiga y avanzaron sobre las calles salteñas, cerrando la retirada al centro y ala opuesta de los realistas. El retroceso de los realistas se vio dificultado por el mismo corral que habían erigido como fortificación; finalmente, se congregaron en la Plaza Mayor de la ciudad, donde Tristán decidió finalmente rendirse, mandando tocar las campanas de la Iglesia de La Merced.

El enviado realista a parlamentar fue el coronel La Hera quien negoció con Belgrano que al día siguiente los soldados abandonarían la ciudad en marcha, con honores de guerra, y depondrían las armas; Belgrano garantizaba su integridad y libertad a cambio del juramento de no empuñar nuevamente las armas contra los patriotas, un gesto inusual que ganó para su causa a no pocos de los combatientes enemigos. Los prisioneros tomados antes de rendición serían liberados a cambio de los hombres que José Manuel de Goyeneche retenía en el Alto Perú.

Dígale usted a su general que se despedaza mi corazón al ver derramada tanta sangre americana: Que estoy pronto a otorgar una honrosa capitulación, que haga cesar inmediatamente el fuego en todos los puntos que ocupan sus tropas, como yo voy a mandar que se haga en todos los que ocupan las más.

Como consecuencia del triunfo patriota en la batalla de Salta, los españoles tuvieron 480 muertos, 114 heridos y 2.786 hombres que se rindieron al día siguiente, entregando 2.188 fusiles, 200 espadas, pistolas, carabinas, 10 cañones, todo el parque de guerra y tres banderas reales. Entre los prisioneros figuraron diecisiete jefes y oficiales realistas.

La generosidad de Belgrano, que abrazó a Tristán y lo dispensó de entregar sus símbolos de mando —los unía una estrecha amistad personal—, produjo sorpresa en Buenos Aires, pero la resonante victoria silenció las críticas y le granjeó un premio de 40.000 pesos dispuesto por la Asamblea. Belgrano declinaría recibirlo, disponiendo que el dinero se destinara a crear escuelas en Tucumán, Salta, Jujuy y Tarija; el libramiento de los fondos sería una deuda histórica durante 185 años, hasta que en 1998 finalmente se equipó en Tarija la última destinataria de los mismos.

"He creído propio de mi honor y de los deseos que me inflaman por la prosperidad de mi patria destinar los expresados 40.000 pesos para la donación de cuatro escuelas públicas de primeras letras en que se enseñe a leer y a escribir, la doctrina cristiana y los primeros rudimentos y obligaciones del hombre en sociedad".

En la batalla de Salta flameó por primera vez la enseña patria en una acción de guerra y resultó una nueva e importente victoria para los revolucionarios. Como consecuencia de este triunfo los ejércitos realistas fueron detenidos en su avance hacia el sur y estas tierras nunca más pudieron ser recuperadas para el el extinto Virreinato.

Belgrano nombró a Díaz Vélez gobernador militar de la provincia de Salta y éste colocó a la bandera argentina por primera vez en el balcón del Cabildo y los trofeos apoderados de los realistas los ubicó en la Sala Capitular.

Los triunfos de Tucumán y Salta permitieron la recuperación del Alto Perú por los rioplatenses. Díaz Vélez, como jefe de la avanzada del ejército vencedor en la segunda campaña al Alto Perú, entró triunfante en la ciudad de Potosí, el 7 de mayo de 1813.

Los prisioneros realistas, entre ellos el mismo Tristán, fueron puestos en libertad luego de jurar que no volverían a tomar las armas contra la revolución americana, sin embargo el arzobispo de Charcas y el obispo de La Paz los eximieron de su juramento declarando que Dios no consideraba válidos los tratados hechos con los insurgentes a quienes se consideraba herejes. Con los oficiales y soldados que quisieron volver al servicio el mariscal Pezuela formó un batallón de infantería y un escuadrón de dragones llamados ambos "Partidarios" y que se distinguieron posteriormente en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma.

Belgrano dispuso se enterraran los 480 caídos realistas y los 103 independentistas en una fosa común. Allí ubicó una cruz de madera con la leyenda: “Vencedores y vencidos en Salta, 20 de febrero de 1813”.

Esta sencilla cruz de madera fue sustituida poco tiempo después y por solicitud del propio Belgrano, al entonces gobernador Feliciano Chiclana, por otra cruz pintada de color verde y que llevaba únicamente la leyenda “a los vencedores y vencidos”.

Producido el éxito de la Batalla de Salta, rápidamente la Asamblea General, el 6 de marzo de 1813, mandó que: “Queda decretado un monumento duradero que se erigirá cerca del campo de batalla en honor de la memorable victoria conseguida el 20 de febrero de 1813”.

El 15 de mayo de 1899, a través de un decreto del gobernador de la provincia de Salta se ordenó “La restauración del monumento, de tal modo que resulte digno de los hechos conmemorados ocupando además, un sitio en los terrenos destinados para parque”. Los terrenos habían sido donados a la Municipalidad de Salta, con el propósito de “beneficiar a la población dándole un local adecuado y saludable para paseo y descanso... para que se construya un parque” por los señores Ángel y Victorino Solá en 1884.

A fin de construir el monumento se creó una comisión integrada por el Vicario General y Gobernador de la Diócesis Julián Toscano, el Intendente Municipal doctor Manuel Anzoátegui, y los el doctores Miguel Ortiz, Aniceto Latorre y Manuel Solá.

En 1890, los señores Solá ratificaron la donación realizada anteriormente respecto de las cuatro manzanas situadas en el campo de la Cruz “destinadas a la construcción del parque 20 de Febrero”.

Fueron siete los proyectos que se presentaron como consecuencia del llamado a concurso para su erección. El 28 de febrero de 1901 fue seleccionado el boceto de Torcuato Tasso, artista catalán, “por su interpretación más armónica del acontecimiento de 1813”.

La piedra fundamental de la edificación fue colocada en conmemoración del 25 de Mayo de 1901. La construcción del monumento tardó nueve años. Fue inaugurado el 20 de febrero de 1910, para el Centenario Argentino.

El monumento está formado por cuatro cuerpos o planos cubiertos en piedra.

Fuente: Wikipedia, Belgrano

martes, 19 de febrero de 2013

Fallecimiento de Horacio Quiroga

Horacio Silvestre Quiroga Forteza nació en Salto, Uruguay,  el 31 de diciembre de 1878 y se suicidó el 19 de febrero de 1937, en Buenos Aires. Fue cuentista, dramaturgo y poeta. Fue el maestro del cuento latinoamericano, de prosa vívida, naturalista y modernista. Sus relatos breves, que a menudo retratan a la naturaleza como enemiga del ser humano bajo rasgos temibles y horrorosos, le valieron ser comparado con el estadounidense Edgar Allan Poe.

La vida de Quiroga, marcada por la tragedia, los accidentes de caza y los suicidios, culminó por decisión propia, cuando bebió un vaso de cianuro en el Hospital de Clínicas de la ciudad de Buenos Aires a los 58 años de edad.

Antes de cumplir dos meses y medio, el 14 de marzo de 1879 su padre murió al dispararse accidentalmente con una escopeta que llevaba en la mano.

Hizo sus estudios en Montevideo, capital de Uruguay hasta terminar el colegio secundario. Estos estudios incluyeron formación técnica (Instituto Politécnico de Montevideo) y general (Colegio Nacional), y ya desde muy joven demostró un enorme interés por la literatura, la química, la fotografía, la mecánica, el ciclismo y la vida de campo. A esa temprana edad fundó la Sociedad de Ciclismo de Salto y viajó en bicicleta desde Salto hasta Paysandú (120 km).

En esta época pasaba larguísimas horas en un taller de reparación de maquinarias y herramientas. Por influencia del hijo del dueño empezó a interesarse por la filosofía. Se autodefiniría como «franco y vehemente soldado del materialismo filosófico».

Simultáneamente también trabajaba, estudiaba y colaboraba con las publicaciones La Revista y La Reforma.

Durante el carnaval de 1898, el joven poeta conoció a su primer amor, una niña llamada María Esther Jurkovski, que inspiraría dos de sus obras más importantes.

En 1897 fundó la Revista de Salto. Después del suicidio de su padrastro, que presenció, Horacio decidió invertir la herencia recibida en un viaje a París. Estuvo cuatro meses ausente. Regresó en tercera, andrajoso, hambriento y con una larga barba negra que ya no se quitaría nunca más. Resumió sus recuerdos de esta experiencia en Diario de viaje a París (1900).

Al volver a su país, Quiroga reunió a sus amigos Federico Ferrando, Alberto Brignole, Julio Jaureche, Fernández Saldaña, José Hasda y Asdrúbal Delgado, y fundó con ellos el «Consistorio del Gay Saber», una especie de laboratorio literario experimental donde todos ellos probarían nuevas formas de expresarse y preconizarían los objetivos modernistas. Pese a su corta existencia, el Consistorio presidió la vida literaria de Montevideo y las polémicas con el grupo de Julio Herrera y Reissig.

La alegría que le provocó la aparición de su primer libro (Los arrecifes de coral, poemas, cuentos y prosa lírica, publicado en Buenos Aires en 1901, dedicado a Lugones) se vio trágicamente opacada —una vez más— por las muertes de dos de sus hermanos, Prudencio y Pastora, víctimas de la fiebre tifoidea en el Chaco.

En 1901, mientras inspeccionaba un arma, se le escapó un tiro que impactó en la boca de Federico Ferrando, matándolo instantáneamente. La policía detuvo a Quiroga para interrogarlo y trasladarlo a una cárcel correccional. Al comprobarse la naturaleza accidental y desafortunada del homicidio, el escritor fue liberado tras cuatro días de reclusión.

La pena y la culpa por la muerte de su querido compañero llevaron a Quiroga a disolver el Consistorio y a abandonar el Uruguay para pasar a la Argentina. En Buenos Aires el artista alcanzaría la madurez profesional y trabajaría como maestro en las mesas de examen del Colegio Nacional de Buenos Aires.

Fue designado profesor de castellano en el Colegio Británico de Buenos Aires en marzo de 1903, Quiroga quiso acompañar, en junio del mismo año y ya convertido en un fotógrafo experto, a Leopoldo Lugones en una expedición a Misiones, financiada por el Ministerio de Educación, en la que el insigne poeta argentino planeaba investigar unas ruinas de las misiones jesuíticas en esa provincia. La excelencia de Quiroga como fotógrafo hizo que Lugones aceptara llevarlo, y el uruguayo pudo documentar en imágenes ese viaje de descubrimiento.

Al regresar a Buenos Aires luego de su fallida experiencia en el Chaco, Quiroga abrazó la narración breve con pasión y energía. Fue así que en 1904 publicó el notable libro de relatos El crimen de otro, fuertemente influido por el estilo de Edgar Allan Poe, que fue reconocido y elogiado, entre otros, por José Enrique Rodó.

Durante dos años Quiroga trabajó en multitud de cuentos, muchos de ellos de terror rural, pero otros en forma de deliciosas historias para niños pobladas de animales que hablan y piensan sin perder las características naturales de su especie. A esta época pertenecen la novela breve Los perseguidos (1905), producto de un viaje con Leopoldo Lugones por la selva misionera, hasta la frontera con Brasil, y su soberbio y horroroso El almohadón de plumas, publicado en Caras y Caretas en 1905, que llegó a publicar ocho cuentos de Quiroga al año.

En 1906 Quiroga decidió volver a su amada selva. Aprovechando las facilidades que el gobierno ofrecía para la explotación de las tierras, compró una chacra (junto con Vicente Gozalbo) de 185 hectáreas en la provincia de Misiones, sobre la orilla del Alto Paraná, y comenzó a hacer los preparativos destinados a vivir allí, mientras enseñaba Castellano y Literatura.

Durante las vacaciones de 1908 se trasladó a su nueva propiedad, construyó las primeras instalaciones y comenzó a edificar el bungalow donde se establecería.

Enamorado de una de sus alumnas —la adolescente Ana María Cires—, le dedicó su primera novela, titulada Historia de un amor turbio. Quiroga insistió en la relación frente a la oposición de los padres de la alumna obteniendo por fin el permiso para casarse y llevarla a vivir a la selva con él. Los suegros de Quiroga, preocupados por los riesgos de la vida salvaje, siguieron al matrimonio y se trasladaron a Misiones con su hija y yerno. Así, pues, el padre de Ana María, su madre y una amiga de esta, se instalaron en una casa cercana a la vivienda del matrimonio Quiroga.

En 1911 Ana María dio a luz a su primera hija, Eglé Quiroga, en su casa de la selva. Durante ese mismo año, el escritor comenzó la explotación de sus yerbatales en sociedad con su amigo uruguayo Vicente Gozalbo y, al mismo tiempo, fue nombrado Juez de Paz (funcionario encargado de mediar en disputas menores entre ciudadanos privados y celebrar matrimonios, emitir certificados de defunción, etc.) en el Registro Civil de San Ignacio.

Al año siguiente nació su hijo menor, Darío. En cuanto los niños aprendieron a caminar, Quiroga decidió ocuparse personalmente de su educación.

Tras el suicidio de su esposa, Quiroga se trasladó con sus hijos a Buenos Aires, donde recibió un cargo de Secretario Contador en el Consulado General uruguayo en esa ciudad, tras arduas gestiones de unos amigos orientales que deseaban ayudarlo.

A lo largo del año 1917 habitó con los niños en un sótano de la avenida Canning (hoy Raúl Scalabrini Ortiz) 164, alternando sus labores diplomáticas con la instalación de un taller en su vivienda y el trabajo en muchos relatos que iban siendo publicados en prestigiosas revistas como las ya mencionadas, «P.B.T.» y «Pulgarcito». La mayoría de ellos fueron recopilados por Quiroga en varios libros, el primero de los cuales fue Cuentos de amor de locura y de muerte (1917) (por decisión expresa del autor, el título no lleva coma). La redacción del libro le había sido solicitada por el escritor Manuel Gálvez, responsable de Cooperativa Editorial de Buenos Aires, y el volumen se convirtió de inmediato en un enorme éxito de público y de crítica, consolidando a Quiroga como el verdadero maestro latinoamericano del relato breve.

Al año siguiente se estableció en un pequeño departamento de la calle Agüero, al tiempo que apareció su celebrado Cuentos de la selva, colección de relatos infantiles protagonizados por animales y ambientados en la selva misionera. Quiroga dedicó este libro a sus hijos, que lo acompañaron durante ese período de pobreza en el húmedo sótano de dos pequeñas habitaciones y cocina-comedor.

Con dos importantes ascensos en el escalafón consular (primero a cónsul de distrito de segunda clase y luego a cónsul adscrito) llegó también su nuevo libro de cuentos, El salvaje (1919). Al año siguiente, siguiendo la idea del Consistorio, fundó Quiroga la Agrupación Anaconda, un grupo de intelectuales que realizaba actividades culturales en Argentina y Uruguay. Su única obra teatral (Las Sacrificadas) se publicó en 1920 y se estrenó en 1921, año en que salía a la venta Anaconda y otros cuentos, otro libro de cuentos. La Nación comenzó también a publicar sus relatos, que a estas alturas gozaban ya de una impresionante popularidad. Colaboró también en La Novela Semanal. Entre 1922 y 1924, Quiroga participó como secretario de una embajada cultural a Brasil (cuya Academia de Letras lo distinguió especialmente) y, de regreso, vio publicado su nuevo libro: El desierto (cuentos).

Por mucho tiempo el escritor se dedicó a la crítica cinematográfica, teniendo a su cargo la sección correspondiente de la revista Atlántida, El Hogar y La Nación. También escribió el guion para un largometraje («La jangada florida») que jamás llegó a filmarse. Poco tiempo después, fue invitado a formar una Escuela de Cinematografía. El proyecto, financiado por inversionistas rusos y que contaría con la inclusión de Arturo S. Mom, Gerchunoff y otros, no prosperó.

Poco después, Horacio regresó a Misiones. Nuevamente enamorado, esta vez era de una joven de 17 años, Ana María Palacio, intentó convencer a los padres de que la dejasen ir a vivir con él a la selva. La negativa de éstos y el consiguiente fracaso amoroso inspiró el tema de su segunda novela, Pasado amor, publicada en 1929. En ella narra, como componentes autobiográficos de la trama, las mil estratagemas que debió practicar para conseguir acceso a la muchacha.

En una parte de su vivienda, Horacio instaló un taller en el que comenzó a construir una embarcación a la que bautizaría «Gaviota». En su casa —ahora convertida en astillero— fue capaz de concluir esta obra y, puesta ya en el agua, la piloteó río abajo desde San Ignacio hasta Buenos Aires, realizando con ella numerosas expediciones fluviales.

A principios de 1926 Quiroga volvió a Buenos Aires y alquiló una quinta en el partido suburbano de Vicente López. En la cúspide misma de su popularidad, una importante editorial le dedicó un homenaje, del que participaron, entre otros, figuras literarias como Arturo Capdevila, Baldomero Fernández Moreno, Benito Lynch, Juana de Ibarbourou, Armando Donoso y Luis Franco.

Amante de la música clásica, Quiroga asistía con frecuencia a los conciertos de la Asociación Wagneriana, afición que alternó con la lectura incansable de textos técnicos y manuales sobre mecánica, física y artes manuales.

Para 1927, Horacio había decidido criar y domesticar animales salvajes, mientras publicaba su nuevo libro de cuentos: Los desterrados. Pero el enamoradizo artista había fijado ya los ojos en la que sería su último y definitivo amor: María Elena Bravo, compañera de escuela de su hija Eglé, que sucumbió a sus reclamos y se casó con él en el curso de ese mismo año sin haber cumplido 20 años.

En 1929 Quiroga experimentó su único fracaso de ventas: la novela Pasado amor, que solo vendió en las librerías la exigua cantidad de cuarenta ejemplares. A la vez comenzó a tener graves problemas de pareja.

A partir de 1932 Quiroga se radicó por última vez en Misiones, en lo que sería su retiro definitivo, con su esposa y su tercera hija (María Elena, llamada «Pitoca», que había nacido en 1928). Para ello, y no teniendo otros medios de vida, consiguió que se promulgase un decreto trasladando su cargo consular a una ciudad cercana. Los celos dominaban a Quiroga, quien pensó que en medio de la selva podría vivir tranquilo con su mujer y la hija de su segundo matrimonio.

Pero el nuevo gobierno no quiso los servicios del escritor y lo expulsó del consulado. Algunos amigos de Horacio, como el escritor Enrique Amorim, tramitaron la jubilación argentina para Quiroga. Comenzando a partir de este problema, el intercambio epistolar entre Quiroga y Amorím se hizo numeroso.

En esta época de frustración y dolor salió a la venta una colección de cuentos ya publicados titulada Más allá (1935). A partir de su interés en las obras de Munthe e Ibsen, Quiroga se decantó por nuevos autores y estilos, y comenzó a planear su autobiografía.

En 1935 Quiroga comenzó a experimentar molestos síntomas, aparentemente vinculados con una prostatitis u otra enfermedad prostática. Las gestiones de sus amigos dieron frutos al año siguiente, concediéndosele una jubilación. Al intensificarse los dolores y dificultades para orinar, su esposa logró convencerlo de trasladarse a Posadas, ciudad en la cual los médicos le diagnosticaron hipertrofia de próstata.

Su esposa e hija lo abandonaron definitivamente, dejándolo —solo y enfermo— en la selva. Ellas volvieron a Buenos Aires, y el ánimo del escritor decayó completamente ante esta grave pérdida.

Viajó a Buenos Aires para que los médicos tratasen sus padecimientos. Internado en el prestigioso Hospital de Clínicas de Buenos Aires a principios de 1937, una cirugía exploratoria reveló que sufría de un caso avanzado de cáncer de próstata, intratable e inoperable. María Elena, entristecida, estuvo a su lado en los últimos momentos, así como gran parte de su numeroso grupo de amigos.

Por la tarde del 18 de febrero, una junta de médicos explicó al literato la gravedad de su estado. Algo más tarde, Quiroga pidió permiso para salir del hospital, lo que le fue concedido, y pudo así dar un largo paseo por la ciudad. Regresó al hospital a las 23.

Al ser internado Quiroga en el Clínicas, se había enterado de que en los sótanos se encontraba encerrado un monstruo: un desventurado paciente con espantosas deformidades similares a las del tristemente célebre inglés Joseph Merrick (el «Hombre Elefante»). Compadecido, Quiroga exigió y logró que el paciente —llamado Vicente Batistessa— fuera liberado de su encierro y se lo alojara en la misma habitación donde estaba internado el escritor. Como era de esperar, Batistessa se hizo amigo y rindió adoración eterna y un gran agradecimiento al gran cuentista.

Desesperado por los sufrimientos presentes y por venir, y comprendiendo que su vida había acabado, Quiroga confió a Batistessa su decisión de suicidarse, a lo que el otro se comprometió a ayudarlo. Esa misma madrugada (19 de febrero de 1937) y en presencia de su amigo, Horacio Quiroga bebió un vaso de cianuro que lo mató pocos minutos después entre espantosos dolores. Su cadáver fue velado en la Casa del Teatro de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) que lo contó como fundador y vicepresidente. Tiempo después, sus restos fueron repatriados a su país natal.

Libros

·         Los arrecifes de coral (poemas. 1901)

·         El crimen del otro (cuentos. 1904)

·         Los perseguidos (cuentos. 1905)

·         Historia de un amor turbio (novela. 1908)

·         Cuentos de amor de locura y de muerte (cuentos. 1917)

·         Cuentos de la selva (cuentos infantiles. 1918)

·         El salvaje (cuentos. 1920)

·         Los sacrificados (teatro. 1920)

·         Anaconda (cuentos. 1921)

·         El desierto (cuentos. 1924)

·         La gallina degollada y otros cuentos (cuentos. 1925)

·         Los desterrados (cuentos. 1926)

·         Pasado amor (novela. 1929)

·         Más allá (cuentos. 1935)

·         Diario de viaje a París (póstumo. Número. 1950)

 

Fuente: Wikipedia