miércoles, 20 de febrero de 2013

200 años de la Batalla de Salta

Belgrano aprovechó la victoria patriota de la Batalla de Tucumán, librada los días 24 y 25 de septiembre de 1812, para reforzar el ejército a su mando. El parque y artillería abandonados por Tristán le había permitido organizarse con mucha mayor soltura. A comienzos de enero, buscando marchar tranquilamente para no fatigar a las tropas, emprendió la marcha hacia Salta.

El 13 de febrero, a orillas del río Pasaje, el ejército prestó juramento de lealtad a la Asamblea Constituyente que había comenzado a sesionar en Buenos Aires pocos días antes, y a la bandera albiceleste diseñada por Belgrano, conducida por el mayor general Eustoquio Díaz Vélez, que marchaba en medio del coronel Martín Rodríguez y del general Belgrano, y eran escoltados por una compañía de granaderos. La ocasión dio lugar al rebautismo del río con el nombre de Juramento.

Tristán, entretanto, había aprovechado la ocasión para fortificar el Portezuelo, el único acceso a la ciudad a través de la serranía desde el sudeste; la ventaja táctica que esto le suponía hubiera hecho el intento imposible, de no ser por el superior conocimiento de la zona que los lugareños aportaran. El capitán Apolinario Saravia, natural de Salta, se ofreció a guiar el ejército a través de una senda de altura que desembocaba en la Quebrada de Chachapoyas, que les permitiría empalmar con el camino del norte, que llevaba a Jujuy, a la altura del campo de la Cruz, donde no existían fortificaciones semejantes. Aprovechando la lluvia que disimulaba sus acciones, el ejército emprendió la marcha a través del áspero terreno, avanzando lentamente a causa de la dificultad de transportar los pertrechos y la artillería. El 18 se apostaron en el campo de los Saravia, ubicado en esa zona, mientras el capitán, disfrazado de indígena arreador llevaba una recua de mulas cargadas de leña hasta la ciudad, con la intención de informarse de las posiciones tomadas por la tropa de Tristán.

El día 19, gracias a la inteligencia de Saravia, el ejército marchó por la mañana con la intención de acometer las tropas enemigas al amanecer del día siguiente. Tristán recibió noticia del avance, y dispuso sus tropas nuevamente para resistirlo. En la mañana del 20 Belgrano ordenó la marcha del ejército en formación, disponiendo la infantería al centro, una columna de caballería — al mando de José Bernaldes Polledo — en cada flanco y una nutrida reserva al mando de Manuel Dorrego.

La herida de bala que al inicio de la batalla recibiera Eustoquio Díaz Vélez, segundo jefe de las fuerzas y jefe del ala derecha, mientras recorría la vanguardia de la formación, no fue obstáculo para que volviera al campo.

Poco antes de mediodía, Belgrano ordenó el ataque de la reserva comandada por Dorrego. Al frente de la caballería, condujo él mismo una avanzada sobre el cerco que rodeaba la ciudad. La táctica fue exitosa; columnas de infantes al mando de Carlos Forest, Francisco Pico y José Superí rompieron la línea enemiga y avanzaron sobre las calles salteñas, cerrando la retirada al centro y ala opuesta de los realistas. El retroceso de los realistas se vio dificultado por el mismo corral que habían erigido como fortificación; finalmente, se congregaron en la Plaza Mayor de la ciudad, donde Tristán decidió finalmente rendirse, mandando tocar las campanas de la Iglesia de La Merced.

El enviado realista a parlamentar fue el coronel La Hera quien negoció con Belgrano que al día siguiente los soldados abandonarían la ciudad en marcha, con honores de guerra, y depondrían las armas; Belgrano garantizaba su integridad y libertad a cambio del juramento de no empuñar nuevamente las armas contra los patriotas, un gesto inusual que ganó para su causa a no pocos de los combatientes enemigos. Los prisioneros tomados antes de rendición serían liberados a cambio de los hombres que José Manuel de Goyeneche retenía en el Alto Perú.

Dígale usted a su general que se despedaza mi corazón al ver derramada tanta sangre americana: Que estoy pronto a otorgar una honrosa capitulación, que haga cesar inmediatamente el fuego en todos los puntos que ocupan sus tropas, como yo voy a mandar que se haga en todos los que ocupan las más.

Como consecuencia del triunfo patriota en la batalla de Salta, los españoles tuvieron 480 muertos, 114 heridos y 2.786 hombres que se rindieron al día siguiente, entregando 2.188 fusiles, 200 espadas, pistolas, carabinas, 10 cañones, todo el parque de guerra y tres banderas reales. Entre los prisioneros figuraron diecisiete jefes y oficiales realistas.

La generosidad de Belgrano, que abrazó a Tristán y lo dispensó de entregar sus símbolos de mando —los unía una estrecha amistad personal—, produjo sorpresa en Buenos Aires, pero la resonante victoria silenció las críticas y le granjeó un premio de 40.000 pesos dispuesto por la Asamblea. Belgrano declinaría recibirlo, disponiendo que el dinero se destinara a crear escuelas en Tucumán, Salta, Jujuy y Tarija; el libramiento de los fondos sería una deuda histórica durante 185 años, hasta que en 1998 finalmente se equipó en Tarija la última destinataria de los mismos.

"He creído propio de mi honor y de los deseos que me inflaman por la prosperidad de mi patria destinar los expresados 40.000 pesos para la donación de cuatro escuelas públicas de primeras letras en que se enseñe a leer y a escribir, la doctrina cristiana y los primeros rudimentos y obligaciones del hombre en sociedad".

En la batalla de Salta flameó por primera vez la enseña patria en una acción de guerra y resultó una nueva e importente victoria para los revolucionarios. Como consecuencia de este triunfo los ejércitos realistas fueron detenidos en su avance hacia el sur y estas tierras nunca más pudieron ser recuperadas para el el extinto Virreinato.

Belgrano nombró a Díaz Vélez gobernador militar de la provincia de Salta y éste colocó a la bandera argentina por primera vez en el balcón del Cabildo y los trofeos apoderados de los realistas los ubicó en la Sala Capitular.

Los triunfos de Tucumán y Salta permitieron la recuperación del Alto Perú por los rioplatenses. Díaz Vélez, como jefe de la avanzada del ejército vencedor en la segunda campaña al Alto Perú, entró triunfante en la ciudad de Potosí, el 7 de mayo de 1813.

Los prisioneros realistas, entre ellos el mismo Tristán, fueron puestos en libertad luego de jurar que no volverían a tomar las armas contra la revolución americana, sin embargo el arzobispo de Charcas y el obispo de La Paz los eximieron de su juramento declarando que Dios no consideraba válidos los tratados hechos con los insurgentes a quienes se consideraba herejes. Con los oficiales y soldados que quisieron volver al servicio el mariscal Pezuela formó un batallón de infantería y un escuadrón de dragones llamados ambos "Partidarios" y que se distinguieron posteriormente en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma.

Belgrano dispuso se enterraran los 480 caídos realistas y los 103 independentistas en una fosa común. Allí ubicó una cruz de madera con la leyenda: “Vencedores y vencidos en Salta, 20 de febrero de 1813”.

Esta sencilla cruz de madera fue sustituida poco tiempo después y por solicitud del propio Belgrano, al entonces gobernador Feliciano Chiclana, por otra cruz pintada de color verde y que llevaba únicamente la leyenda “a los vencedores y vencidos”.

Producido el éxito de la Batalla de Salta, rápidamente la Asamblea General, el 6 de marzo de 1813, mandó que: “Queda decretado un monumento duradero que se erigirá cerca del campo de batalla en honor de la memorable victoria conseguida el 20 de febrero de 1813”.

El 15 de mayo de 1899, a través de un decreto del gobernador de la provincia de Salta se ordenó “La restauración del monumento, de tal modo que resulte digno de los hechos conmemorados ocupando además, un sitio en los terrenos destinados para parque”. Los terrenos habían sido donados a la Municipalidad de Salta, con el propósito de “beneficiar a la población dándole un local adecuado y saludable para paseo y descanso... para que se construya un parque” por los señores Ángel y Victorino Solá en 1884.

A fin de construir el monumento se creó una comisión integrada por el Vicario General y Gobernador de la Diócesis Julián Toscano, el Intendente Municipal doctor Manuel Anzoátegui, y los el doctores Miguel Ortiz, Aniceto Latorre y Manuel Solá.

En 1890, los señores Solá ratificaron la donación realizada anteriormente respecto de las cuatro manzanas situadas en el campo de la Cruz “destinadas a la construcción del parque 20 de Febrero”.

Fueron siete los proyectos que se presentaron como consecuencia del llamado a concurso para su erección. El 28 de febrero de 1901 fue seleccionado el boceto de Torcuato Tasso, artista catalán, “por su interpretación más armónica del acontecimiento de 1813”.

La piedra fundamental de la edificación fue colocada en conmemoración del 25 de Mayo de 1901. La construcción del monumento tardó nueve años. Fue inaugurado el 20 de febrero de 1910, para el Centenario Argentino.

El monumento está formado por cuatro cuerpos o planos cubiertos en piedra.

Fuente: Wikipedia, Belgrano

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